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Elvira tiene necesidad de irse pero también ganas de quedarse. Forzada a emigrar a sus 65 años, se aferra a sus recuerdos y pertenencias, porque se siente perdida. Sus nietos que crecen en inglés y sin abuelos; la cotidianidad de 68 muertos diarios por la violencia; la polarización política que separa a su gente, son sus razones para irse. Su otra hija que queda en Caracas tratando de construir un pais mejor; su hogar, costumbres, vecinos y afectos de siempre, son sus razones para quedarse. Elvira sabe que el precio de vivir sin miedo cuando es lejos de lo que eres, puede llegar a costarle la alegría de vivir. Pero su colección de porcelanas Lladró cuidada con tanto celo durante tantos años, ya no le da la seguridad que le daba antaño. Ponerlas en venta, le pone precio a su dolor, pues la obliga a asumir una realidad que la castiga como un mal sueño. Pero logra el consuelo de la certeza de que si se va, es para volver.

La urgencia de la diaspora creciente que afecta a la familia venezolana de manera inédita, es el tema de esta nueva obra de Lupe Gehrenbeck. Una obra muy sentimental que conmueve desde los primeros minutos. Escrita desde el corazón, llega al corazón. Y hace justicia a la compleja situación que se vive cuando la diferencia irreconciliable de puntos de vista surge entre gente que se quiere.

NI QUE NOS VAYAMOS NOS PODEMOS IR

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